En un momento en que la escalada nunca ha sido tan popular, el número de rutas en la naturaleza está aumentando. El objetivo de Clean climbing es concienciar sobre las consecuencias de esta expansión y limitar sus efectos nocivos.
Unos meses después su gran estreno en los Juegos Olímpicos de TokioLa escalada aprovecha al máximo la visibilidad que ofrece la televisión mundial. Cada año, más personas se acercan a probar la disciplina en las salas de escalada o a intentar una primera ruta al aire libre. Pero si los Juegos Olímpicos fueron un acelerador, la tendencia no es nueva y lleva más de 20 años. Según la FFME (Federación Francesa de Montaña y Escalada), el número de afiliados ha pasado de 50.000 en 2002 a más de 100.000 en la actualidad. Esta cifra no incluye a los aficionados sin licencia que escalan en casi todas partes en rutas artificiales y naturales.
Como consecuencia directa de esta expansión, el número de plazas se ha multiplicado y con él, el número de rutas. Al aire libre, algunos escaladores son conscientes desde hace tiempo del impacto que esta disciplina puede tener en el medio ambiente. La escalada limpia fue iniciada hace casi 50 años por escaladores anglosajones como Royal Robbins, Doug Robinson, Tom Frost e Yvon Chouinard. En la década de 1970, estos escaladores intentaron cambiar los pitones por los aseguramientos para proteger la roca.
El escalador y fabricante Yvon Chouinard (fundador de la Patagonia) fue un paso más allá y en su Catálogo de Equipamiento Chouinard de 1972 propuso un nuevo equipo de escalada diseñado para cumplir este objetivo de protección de la naturaleza. "Cuantos menos artilugios haya entre el escalador y la escalada, más posibilidades hay de lograr la deseada comunicación con uno mismo, y con la naturaleza", explica Yvon Chouinard.
"La escalada limpia es la mitigación del daño. Pero la mitigación no es sexy, es tener que aceptar la realidad", dice Mailee Hung en un artículo sobre el tema publicado en Sitio web de la Patagonia. "Para algunos, esta misma aceptación es una confesión de fracaso. La realidad de nuestra humanidad, el simple hecho de que todo lo que tocamos lleva nuestras marcas, es un fracaso. La escalada limpia reconoce esta realidad y nos insta a prestar atención a las huellas que dejamos. Esta filosofía se refleja, por ejemplo, en la película "Les emmerdeurs" (abajo), en la que descubrimos el trabajo realizado por escaladores y ecologistas en el acantilado de Claret, un conocido lugar de escalada cerca de Montpellier.
En el ámbito profesional, algunos se hacen eco de la escalada limpia, como Sean Villanueva, escalador de Patagonia, cuya marca sigue apoye este movimiento. "Descubrí la escalada limpia cuando escalé en Irlanda mientras estaba de vacaciones con unos familiares. En aquella época no había tachuelas en Irlanda: podías mirar una pared con vías de escalada y no ver ningún equipo en su sitio, ni cicatrices ni impacto humano. Hay algo hermoso en aceptar la roca tal y como es, aunque a veces sea imposible escalarla. No es que nunca hayamos puesto o vayamos a poner una espiga, pero es algo que no nos tomamos a la ligera. Si un ascenso no es posible para nosotros sin una espiga, y creemos que no es prudente ponerla, entonces nos volvemos".
"Cuando partimos hacia Groenlandia con Nicolas Favresse no sabíamos qué íbamos a hacer ni qué íbamos a escalar. Cruzar el Atlántico a vela fue parte de esa experiencia. En cuanto desembarcamos en este fiordo salvaje y aislado de la costa oriental de Groenlandia, se convirtió en nuestro hogar durante un mes y medio, con posibilidades ilimitadas. Espirales, montañas y glaciares hasta donde alcanza la vista. Tiene todo el sentido del mundo dejar estas zonas lo más salvajes posible, porque esa es la razón por la que nos gusta ir allí. En las 8 rutas nuevas que escalamos, no colocamos ninguna clavija ni pitón. Abandonamos la zona a pie sin dejar nada atrás siempre que pudimos.