Este verano, Benjamin Védrines escaló en solitario los 3131 metros de la Aiguille de la Dibona desde Les Etages en sólo 1 hora y 24 minutos. Aquí tienes una reseña en vídeo de la actuación del alpinista francés.
Con su cresta elevándose hacia el cielo sobre el Parque Nacional de los Ecrins, la Aiguille de la Dibona no pasa desapercibida entre las innumerables montañas de este sublime rincón de los Alpes. Con sus 3.131 metros de altitud, este pico de granito de 350 metros hace las delicias de alpinistas y escaladores que acuden a él tanto en verano como en invierno. En el macizo del Soreiller (de ahí el sobrenombre de Pain de Sucre du Soreiller), la Aiguille de la Dibona fue pronto la envidia del hombre, escalada por primera vez en 1913 por la arista norte por Angelo Dibona y Guido Mayer. Siguieron otras rutas, entre ellas las realizadas por la cara sur directa por Andéol Madier de Champvermeil y Maurice Fourastier.
En esta misma ruta Madier (350 m, 6a+ máx.), Benjamin Védrines se propuso lograr una ascensión récord, intentando escalar la montaña lo más rápidamente posible desde la base del aparcamiento de Etages. Mientras que la mayoría de los escaladores aficionados ya tardan unas 2 horas y media en completar la caminata de aproximación entre Les Etages y la base de la Aiguille de la Dibona, Benjamin Védrines acabó tardando sólo 1 hora y media en completar la misma ruta (corriendo) y también la ascensión completa en solitario (sin seguro) de la Aiguille que había divisado el día anterior. Más información
"Cuando hace unos años escalé la cara sur de la Directe de la Dibona con Anne, me quedé prendado de esta línea abierta en 1937 por Andeol Madier y Maurice Fourastier", explica el alpinista francés. "Estéticamente agradable, fácil de escalar y lógica, me bastó para concebir la idea de escalarla un día como un express completo en solitario. Las imágenes se iban formando en mi imaginación y me veía en esta cara emblemática de los Écrins, sin nada más que mi bolsa de tiza, colgado de esta roca naranja, este granito perfecto con un toque de liquen. El jueves 27 de julio, por fin pude saborear esta libertad total, esta fugacidad del sufrimiento, pasando del sendero a la roca. Porque no sólo quería escalar, también quería correr. Así que salí de Les Étages, la aldea al pie de la montaña. La víspera exploramos la línea con mi fiel amigo Pierro. Los recuerdos me invadieron".
"Luego dormimos en el refugio porque necesitaba vivir estos momentos por la noche, en lugares tan entrañables. Los compañeros guías, los guardas, las conversaciones. Me encanta este ambiente. El jueves por la mañana bajé en parapente y, justo antes de las 9 de la mañana, ¡puse el reloj en hora! Me encontraba bien, pero tuve que gestionar mi esfuerzo para mantener la lucidez durante los 350 m de escalada, 6a+ como máximo. Tras una breve transición, inicié la subida, agotado por el ascenso. Pero estaba decidido a ser lo más cuidadoso posible. Cada paso era meticuloso, cada agarre cuidadosamente elegido. Después de 25 minutos, estaba en la cumbre. Solo, aligerado por el peso de este tipo de retos en los que se unen el esfuerzo y la muerte. Pero en esos momentos intensos en los que me expreso en mi elemento, a mi manera, siento una poderosa sensación de libertad, la fuerza de una vida exaltada por el vacío, embriagada por el movimiento y la belleza del lugar".